jueves, 29 de octubre de 2015

Gustavo Adolfo Bécquer


Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), poeta español. Es una de las figuras más importantes del romanticismo y sus Rimas supusieron el punto de partida de la poesía moderna española.
Vida

Nació en Sevilla, hijo de un pintor y hermano de otro, Valeriano. También él mismo practicó la pintura, pero, después de quedarse huérfano y trasladarse a Madrid, en 1854, la abandonó para dedicarse exclusivamente a la literatura. No logró tener éxito y vivió en la pobreza, colaborando en periódicos de poca categoría. Posteriormente escribió en otros más importantes, donde publicó crónicas sociales, algunas de sus Leyendas y los ensayos costumbristas Cartas desde mi celda. Obtuvo un cargo muy bien pagado, en 1864, de censor oficial de novelas.
Hacia 1867 escribió sus famosas Rimas y las preparaba para su publicación, pero con la Revolución de 1868 se perdió el manuscrito y el poeta tuvo que preparar otro, en parte de memoria. Su matrimonio, con la hija de un médico, le dio tres hijos, pero se deshizo en 1868. Bécquer, que desde 1858 estaba aquejado de una grave enfermedad, probablemente tuberculosa o venérea, se trasladó a Toledo, a casa de su hermano Valeriano. Éste murió en septiembre de 1870 y el poeta el 22 de diciembre, a los treinta y cuatro años. 

Rimas
 

Las Rimas, una colección de setenta y seis poesías, publicadas al año siguiente con el título inicial de El libro de los gorriones, poseen una cualidad esencialmente musical y una aparente sencillez que contrasta con la sonoridad un tanto hueca del estilo de sus predecesores. Formalmente son poemas breves en versos asonantes, donde el mundo aparece como un conjunto confuso de formas invisibles y átomos silenciosos cargados de posibilidades armónicas que se materializan en visión o sonido gracias a la acción del poeta que une las formas con las ideas. Se refieren a la emoción de lo vivido, al recuerdo, a experiencias convertidas en sentimientos. También aparece el amor, el desengaño, el deseo de evasión, la desesperanza y la muerte. Su pureza y humildad, junto con su engañosa sencillez, suponen la "culminación de la poesía del sentimiento y de la fantasía", en palabras de Jorge Guillén, y como dijo Luis Cernuda: "Desempeñan en nuestra poesía moderna, un papel equivalente al de Garcilaso en nuestra poesía clásica: el de crear una nueva tradición que llega a sus descendientes." 

 Las Leyendas 
  Un acento poético semejante y una calidad artística nada inferior, tienen las Leyendas, título con el que se agrupan todas las narraciones en prosa de Bécquer. Se publicaron originalmente en periódicos, entre 1861 y 1863, por lo que se supone que su composición fue anterior a la mayor parte de las Rimas. Son veintidós y están escritas con un estilo vaporoso, delicado y rítmico, donde abundan las descripciones, las imágenes y las sensaciones.
Revelan un aspecto importante del romanticismo literario de su autor al mostrar un interés artístico y arqueológico por la edad media, con sus templos y claustros románicos o góticos, campos sombríos y calles tenebrosas, palacios y castillos. Predomina en ellas un espíritu donde se impone lo misterioso, lo sobrenatural y mágico con historias de raíz popular en muchas ocasiones, en las que la búsqueda de lo inalcanzable suele ser su argumento central.
Bécquer también escribió teatro, adaptó obras dramáticas ligeras francesas e italianas. Colaboró en una gran obra editorial, Historias de los templos de España, de la que sólo apareció un volumen, en 1864. Y en sus Cartas literarias a una mujer, de 1860-61, expone sus puntos de vista con respecto a su poesía, que para él es "estética del sentimiento."
Las Rimas y las Leyendas de Bécquer continúan editándose con regularidad y, aún hoy en día, constituyen uno de los puntos de referencia capitales de la literatura moderna española.

 

lunes, 19 de octubre de 2015

                   Simón Bolívar

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco nació en Caracas en 24 de julio de 1783 de don Juan Vicente Bolívar y Ponte y doña María de la Concepción Palacios y Blanco. Nacido un aristócrata, Simón Bolívar recibió una excelente educación de sus tutores, especialmente Simón Rodríguez. Gracias a sus tutores, Bolívar conoció las obras del movimiento filosófico del siglo XVIII y también las de Grecia y Roma clásica.

A la edad de nueve años el joven Bolívar perdió sus padres y quedo en cargo de su tío don Carlos Palacios. A la edad de quince, don Carlos Palacios lo mandó a España para continuar con su educación.

Bolívar viajó hacia España en 1799 con su amigo Esteban Escobar. Al hacer este viaje, se detuvo en la Ciudad de México donde se encontró con el virrey de Nueva España quien quedó alarmado cuando el joven Bolívar discutió con confianza acerca de la independencia americana. Llegó a Madrid en junio de ese año y quedándose con su tío Estaban Palacios.

En España, Bolívar conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza con quien se casó poco después en 1802. Poco después de volver a Venezuela, en 1803, María Teresa murió de fiebre amarilla. Su muerte afectó grandemente a Bolívar quien juró nunca casarse de nuevo. Promesa que mantuvo el resto de su vida.

Después de perder su esposa, Bolívar regresó a España con su tutor y amigo, Simón Rodríguez, en 1804. Mientras en Europa presenció la proclamación de Napoleón Bonaparte como Emperador Francés y después asistió a la coronación de Napoleón como Rey de Italia en Milán. Bolívar perdió respeto por Napoleón, a quien él consideró un traidor a las ideas republicanas. Pero era en Italia que Bolívar hizo su famoso juramento sobre el Monte Sacro de Roma de no descansar hasta que América sea libre.

Bolívar regresó a Venezuela en 1807 después de una breve visita a los Estados Unidos. En 1808 Napoleón instaló a su hermano, José, como Rey de España. Esto instigó una gran revolución popular en España conocida como la Guerra Peninsular. En América, como en España, juntas regionales se formaron para luchar contra el nuevo rey. A diferencia de las juntas españolas, las juntas americanas lucharon contra el poder del rey, no solo la persona de José Bonaparte.

El 24 de julio de 1812 Miranda se rindió después de varios desastres militares y Bolívar pronto tuvo que huir a Cartagena. Allí, Bolívar escribió su famoso "Manifiesto de Cartagena" en el cual manifestó que Nueva Granada debería ayudar a liberar Venezuela porque su causa era la misma y porque la libertad de Venezuela aseguraría la libertad de Nueva Granada. Bolívar recibió la asistencia de Nueva Granada y en 1813 invadió Venezuela. Entró a Mérida el 23 de mayo y fue proclamado "Libertador" por el pueblo. El 8 de junio Bolívar proclamó la "guerra a muerte" en favor de la libertad. Bolívar tomó Caracas el 6 de agosto y dos días después proclamó la segunda república venezolana.

Después de numerosas batallas, Bolívar tuvo que huir nuevamente y en 1815 tomó refugio en Jamaica de donde escribió su "Carta de Jamaica". Ese mismo año Bolívar viajó a Haití y solicitó a su presidente, Alejandro Sabes Petión, ayudar a la causa hispanoamericana. En 1817, con ayuda de Haití, Bolívar regreso al continente para continuar luchando.

La Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819 resultó en una gran victoria para Bolívar y el ejército de la revolución. Ese año, Bolívar creó el Congreso de Angostura que fundó La Gran Colombia (una federación de las presentes repúblicas de Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador) la cual nombró a Bolívar presidente. Durante los próximos años la oposición realista fue eliminada, la independencia de Venezuela se consolida con la Batalla de Carabobo, el 24 de Junio de 1821.

Después de la victoria de Antonio José de Sucre sobre las fuerzas españolas en la Batalla de Pichincha el 23 de mayo de 1822 el norte de Sudamérica fue liberada. Con esa gran victoria Bolívar preparó para marchar con su ejército para cruzar los Andes y liberar Perú.

El 26 de julio de 1822 Bolívar tuvo una conferencia con José de San Martín en Guayaquil para discutir la estrategia para la liberación de Perú. Nadie sabe que ocurrió en la secreta reunión entre los dos héroes latinoamericanos, pero San Martín volvió a Argentina mientras Bolívar preparó para la lucha contra el último bastión español en Sudamérica.

En 1823 Bolívar tomó comando de la invasión de Perú y en septiembre llegó en Lima con Sucre para planear el ataque. El 6 de agosto de 1824 Bolívar y Sucre juntos derrotaron el ejército español en la Batalla de Junín. El 9 de diciembre Sucre destrozó el último valuarte del ejército español en la Batalla de Ayacucho, eliminando la presencia española en Sudamérica.

           José de San Martín

José Francisco de San Martín nació en Yapeyú, actualmente en la provincia argentina de Corrientes, a la vera del caudaloso río Uruguay, el día 25 de febrero de 1778.



Juan de San Martín

En 1784 se traslada a España con su familia, donde estudia primero en el Seminario de Nobles de Madrid y luego, en 1789, inicia su carrera militar en el regimiento de Murcia. Sirve en las filas de España durante las guerras contra los franceses y en 1808 combate en la batalla de Baylén contra los ejércitos de Napoleón que habían invadido la Península.

En Cádiz conoce a otros militares de América del Sur y se enrola en las logias que promovían la independencia. En 1811 renuncia a su carrera militar en España y se embarca desde Inglaterra hacia el Río de la Plata en la fragata George Canning, donde arriba el 9 de marzo de 1812 acompañado por otros patriotas.

El gobierno independiente de Buenos Aires acepta los servicios de San Martín, reconoce su grado de teniente coronel y le encarga crear un cuerpo de combate que luego sería el glorioso regimiento de Granaderos a Caballo. En ese mismo año se casa con María de los Remedios de Escalada, que pertenecía a una distinguida familia del país y crea la logia Lautaro, cuyo objetivo era liberar América del Sur del yugo español. En octubre de 1812, los miembros de la logia encabezan un movimiento que tiene por objeto remover algunos miembros del Primer Triunvirato. Entonces, pacíficamente, el Cabildo nombra al Segundo Triunvirato, quienes, al poco tiempo, llaman a una asamblea de delegados de las provincias con el fin de dictar una constitución.
 
Combate de San Lorenzo
El 3 de febrero de 1813 los Granaderos a Caballo vencen en un combate, en las barrancas de San Lorenzo, a las fuerzas de desembarco realista que arribaron con varias naves desde el puerto de Montevideo.


En enero de 1814 San Martín toma el mando del ejército del Norte, de manos de Belgrano que regresaba derrotado del Alto Perú —hoy la república de Bolivia—. Se encuentran en la Posta de Yatasto y desde entonces los dos patriotas entablan una larga amistad.

Al poco tiempo de encontrarse San Martín en Tucumán, se dio cuenta que era imposible llegar a Lima, que en ese momento era el centro del poder realista, por el camino terrestre del Alto Perú. Fue entonces que el Coronel concibió la idea, que luego realizaría con éxito, de cruzar la cordillera y atacar la Ciudad de los Virreyes por el mar.

Una enfermedad lo obliga a pedir licencia y consigue que lo nombren Gobernador de Cuyo, y parte para Mendoza, al pie de la cordillera de los Andes. Allí se repone y comienza a preparar un ejército para cruzar la cordillera.

En 1816 envía, por la provincia de Cuyo, delegados al congreso que se reunía en Tucumán con órdenes expresas de insistir en la declaración de la independencia. La declaración de la independencia de España se aclamó el 9 de julio de ese año.

Desde Mendoza prepara con escasos medios un ejército. Todo el pueblo contribuye con su trabajo y con sus bienes para realizar la peligrosa expedición. Insiste ante el gobierno de Buenos Aires a que autorice a sus tropas el cruce de la cordillera. 



Cruce de la Cordillera de los Andes
En enero de 1817 comienza el cruce del ejército, alrededor de 4000 hombres, la caballería, la artillería de campaña y las provisiones para un mes. Cruzaron divididas en dos columnas por el paso de Los Patos y por el de Uspallata, y se encontraron en Santa Rosa de los Andes.


El 12 de febrero de 1817, pocos días después del paso de la Cordillera, el ejército de los Andes vence a los realistas en la batalla de Chacabuco y a los pocos días el Libertador entra en la ciudad de Santiago. El Cabildo se reunió el día 18 y designó a San Martín como Director Supremo, pero éste renunció al honor y entonces fue electo para el cargo el general Bernardo O´Higgins.

En los primeros días de 1818, un ejército realista desembarcado del Perú, avanzaba sobre la capital de Chile. El 19 de marzo, en un ataque nocturno, los realistas derrotan a los patriotas en la batalla de Cancharrayada y O´Higgins resulto herido. 


 
Batalla de Maipú

El ejército Unido argentino chileno se rehace y el 5 de abril derrotan completamente a los realistas en la batalla de Maipú, que puso fin a los esfuerzos españoles para dominar el país.





El camino hacia Lima por mar estaba abierto, pero era necesario crear una flota que no existía. Con algunos barcos capturados al enemigo y otros comprados a los Estados Unidos e Inglaterra se crea la marina chilena que estuvo al mando de Blanco Encalada y luego del almirante inglés Lord Cochrane.


Proclama la independencia del Perú 


En el mes de julio de 1821, San Martín entra triunfante a Lima, proclama la independencia, es designado Protector del Perú y ejerce el gobierno.
 




San Martin en la ancianidad.
El 3 de agosto de 1823 muere su esposa en Buenos Aires. El 10 de febrero de 1824, disgustado por las guerras civiles en que estaban envueltas las Provincias Unidas del Río de la Plata, se embarca para Francia con su hija Mercedes. En europa se ocupa de la educación de su hija y escribe para ella las Máximas para su hija que son un resumen de su filosofía de vida. Reside en Europa hasta su muerte el 17 de agosto de 1850 en la ciudad de Boulogne Sur Mer.

jueves, 15 de octubre de 2015

Independencia de Estados Unidos


La Guerra de la Independencia de los Estados Unidos fue un conflicto que enfrentó a las trece colonias estadounidenses en América del Norte con el Reino de Gran Bretaña. Ocurrió entre 1775 y 1783, finalizando con la firma del Tratado de París.
Durante la guerra, Francia ayudó a los revolucionarios estadounidenses con tropas bajo el mando del Marqués de La Fayette, mientras que España, lo hizo desde el principio gracias a Bernardo de Gálvez y de forma abierta a partir de la batalla de Saratoga, mediante armas, suministros y abriendo un frente en el flanco sur.
Las colonias británicas que se independizaron de Gran Bretaña edificaron el primer sistema político liberal y democrático, alumbrando una nueva nación, los Estados Unidos de América, incorporando las nuevas ideas revolucionarias que propugnaban la igualdad y la libertad. Esta sociedad colonial se formó a partir de oleadas de colonos inmigrados, y no existían en ella los rasgos característicos del rígido sistema de clases europeo.
En las colonias del sur (Virginia, las Carolinas y Georgia) se había organizado un sistema esclavista (con unos 500.000 esclavos negros) que explotaban plantaciones de tabaco, algodón y azúcar. De este modo, la población estaba compuesta por grandes y pequeños propietarios y esclavos.
Los antecedentes a la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos se remontan a la confrontación franco-británica en Norteamérica y a las consecuencias de la Guerra de los doce Años.
La Guerra de los Doce Años terminó en 1763. El 10 de febrero, el Tratado de París ponía fin al imperio colonial francés en América del Norte y consolidaba a Inglaterra como la potencia hegemónica. En frente sólo tenía a España, que controlaba Nueva Orleans, la ciudad más importante, con unos 10.000 habitantes. Respecto a Francia, la pérdida territorial no fue sentida como algo catastrófico. Se conservaban los derechos pesqueros en Terranova y la población católica francófona de recibiría un trato de respeto. Por otro lado en el Caribe las pérdidas pueden ser compensadas pues la colonia principal francesa del Caribe, Puerto Príncipe (la española), produce la mitad del azúcar consumido en todo el mundo, y su comercio con África y las Antillas está en pleno apogeo.
 
Las causas de este conflicto fueron fundamentalmente el injusto trato a los colonos por parte de Gran Bretaña, ya que éstos aportaban riquezas e impuestos a la metrópoli pero no tenían medios para decidir sobre dichos impuestos, por lo que se sentían marginados y no representados.
Después del triunfo de Gran Bretaña sobre Francia en la Guerra de los siete Años (1756-1763) en la que recibió gran ayuda de las colonias económica y militarmente, dicha colaboración no fue recompensada. Las medidas represivas del gobierno inglés (producidas tras sublevaciones como el Motín del té de Boston y las sanciones de las Actas Intolerables) provocaron el inicio de la guerra de independencia.
El descontento se extendió por las Trece Colonias y provocó una manifestación en Boston en contra de los impuestos que debían pagar por artículos indispensables como el papel, el vidrio o la pintura. En esta manifestación no hubo ningún altercado y el reino inglés hizo oídos sordos a las peticiones estadounidenses. Pero los colonos no iban a consentir que la situación continuara así, con lo que se reunieron junto a varios miembros de otras poblaciones para urdir una acción más propagandística que la manifestación. En 1773 los colonos se reunieron en Boston. Del Reino de Gran Bretaña llegaban tres naves cargadas de cajas que contenían té. Varios miembros de la sociedad secreta se disfrazaron de indios y fueron nadando hasta alcanzar los tres barcos. Una vez allí capturaron a sus tripulantes y tiraron la mercancía por la borda. Fue la primera acción contra la represión de impuestos, lo que puso intranquilos a los británicos.
En 1774 se reunieron por primera vez el Congreso de colonos estadounidenses en contra de la servidumbre a los británicos y a favor de una patria independiente. Ya se discuten unas hipotéticas leyes. Pese al clima de enemistad contra los ingleses en las colonias, todavía había algunos colonos que apoyaban al rey inglés Jorge III, siendo llamados kings-friends.al final de esta guerra en la que hubo muchos muertos


Travesía del río Delaware
El 2 de julio de 1776, el Congreso finalmente resolvió que: «estas Colonias Unidas son, y por derecho deben ser, estados libres y soberanos». El 4 de julio de 1776 se reunieron 56 congresistas estadounidenses para aprobar la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, que Thomas Jefferson redactó con la ayuda de otros ciudadanos de Virginia. Se imprimió papel moneda y se iniciaron relaciones diplomáticas con potencias extranjeras. En el congreso se encontraban los cuatro hombres de la patria George Washington, Thomas Jefferson, Benjamín Franklin y John Adams. De los 56 congresistas, 14 murieron durante la guerra. Benjamín Franklin se convierte en el primer embajador y jefe de los servicios secretos.
La unidad se extendió entonces por las Trece Colonias para luchar contra los británicos. La declaración presentó una defensa pública de la Guerra de Independencia, incluida una larga lista de quejas contra el soberano inglés Jorge III. Pero sobre todo, explicó la filosofía que sustentaba la independencia, proclamando que todos los hombres nacen iguales, y poseen ciertos derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que los gobiernos pueden gobernar sólo con el consentimiento de los gobernados; que cualquier gobierno puede ser disuelto cuando deja de proteger los derechos del pueblo. Esta teoría política tuvo su origen en el filósofo inglés John Locke, y ocupa un lugar prominente en la tradición política anglosajona.
Estos hechos convencieron al gobierno británico de que no se enfrentaba simplemente a una turba de Nueva Inglaterra y barrió casi cualquier objeción que los miembros del gabinete tuvieran contra la conquista de las colonias. La confirmaron de que Inglaterra estaba envuelta en una guerra, y no en una simple rebelión, dictó una política militar dieciochesca convencional, consistente en maniobras y batallas entre ejércitos organizados.
Este cambio de estrategia forzó a los británicos a evacuar la ciudad de Boston en marzo de 1776, y transfiriera sus principales fuerzas a Nueva York, cuya población se presumía era más favorable a la causa de la Corona y que contaba con un puerto superior y una posición central. En consecuencia, en el verano de 1776, sir William Howe, que sustituyó a Gage como comandante en jefe del ejército británico en Norteamérica, arribó al puerto de Nueva York con una fuerza de más de treinta mil hombres. Howe tenía intención de aislar Nueva Inglaterra de los otros rebeldes y derrotar al ejército de Washington en una batalla decisiva. Iba a pasar los dos años siguientes tratando de llevar a cabo este plan.

La ayuda extranjera y el final de la guerra

Alentadas por la victoria de Saratoga, Francia y España veían la oportunidad como una ocasión de oro para lograr la revancha del desastroso Tratado de París de 1763, con el que concluyó la Guerra de los Siete Años. Así Francia tras unos meses de cierta vacilación, entró abiertamente en la guerra firmando una alianza en febrero de 1778 con los colonos. Pese a sus escasas provisiones y limitado adiestramiento, las tropas coloniales pelearon bien en general, pero podrían haber perdido la guerra si no hubieran recibido ayuda del erario francés y de la poderosa marina francesa.
Por su parte, España, aunque enseguida ayudó a los rebeldes con dinero, armas y municiones, se mostró más reacia a la intervención directa, debido al temor de Floridablanca a las consecuencias de un conflicto armado; incluso aspiró a algo que, de momento, resultaba una verdadera utopía, la mediación entre los contendientes. Los objetivos españoles en América eran expulsar a los británicos tanto del golfo de México como de las orillas del Mississippi y conseguir la desaparición de sus asentamientos en América Central.
Después de 1778, la lucha se trasladó en gran medida al sur y el conflicto ya había adquirido un cariz internacional con la entrada de Francia. Un año más tarde la realidad se impuso España declaró la guerra a Inglaterra, pensando incluso en la posibilidad de invadir Gran Bretaña mediante el concurso de una armada franco-española, plan que resultó inviable. Para su entrada abierta en el conflicto el gobierno español había firmado el llamado Tratado de Aranjuez, acuerdo secreto con Francia sellado en Aranjuez el 12 de abril de 1779, por el cual España conseguía una serie de concesiones a cambio de unirse a su aliado en la guerra. Francia prometió su ayuda en la recuperación de Menorca, Mobile, Pensacola, la bahía de Honduras y la costa de Campeche y aseguró que no concluiría paz alguna que no supusiera la devolución de Gibraltar a España. Esto provocó que los británicos tuvieran que desviar a Gibraltar tropas destinadas en un principio a las colonias.
Los puertos de Toulon y Brest, en Francia, que estaban bloqueados por los británicos, fueron desbloqueados por la falta de efectivos de los británicos. Con los puertos atlánticos abiertos, los franceses pudieron llevar tropas a América al mando de La Fayette, siendo de gran ayuda a los colonos en su guerra.
Más tarde Holanda también se unirá a la coalición formada por España y Francia, con ambiciones de ganar posiciones por el dominio de los mares.
En 1781, 8.000 soldados británicos al mando del general Charles Cornwallis fueron rodeados en Yorktown, Virginia, el último reducto, por una flota francesa y un ejército combinado franco-estadounidenses al mando de George Washington de 16.000 hombres. Tiene lugar así la batalla de Yorktown. Cornwallis se rindió, y poco después el gobierno británico propuso la paz. Murieron 156 británicos, 52 franceses y 20 colonos estadounidenses, siendo los últimos en caer en la Guerra de la Independencia.

El tratado de París de 1783 (la Paz de Versalles)

Artículo principal: Tratado de Versalles (1783)
El cansancio de los participantes y la evidencia de que la distribución de fuerzas, con el predominio inglés en el mar, hacía imposible un desenlace militar, condujo al cese de la hostilidad.
Firma del Tratado de París, 1783. La delegación británica rehúsa posar.
El Tratado de París se firmó en septiembre de 1783 entre Gran Bretaña, Estados Unidos, España y Francia. Mediante este tratado:
  • Se reconocía la independencia de Estados Unidos de América y otorgó a la nueva nación todo el territorio al norte de Florida, al sur del Canadá y al este del Río Mississippi. El paralelo 32º se fijaba como frontera norte. Gran Bretaña renunció, asimismo al valle del Ohio y dio a Estados Unidos plenos poderes sobre la explotación pesquera de Terranova.
  • España mantenía los territorios recuperados de Menorca y Florida oriental y occidental. Por otro lado recuperaba las costas de Nicaragua, Honduras (Costa de los Mosquitos) y Campeche. Se reconocía la soberanía española sobre la colonia de Providencia y la inglesa sobre Bahamas. Sin embargo, Gran Bretaña conservaba la estratégica posición de Gibraltar (Londres se mostró inflexible, ya que el control del Mediterráneo era impracticable sin la fortaleza de la Roca).
  • Francia recuperaba algunos enclaves en las Antillas, además de las plazas del río Senegal en África.
  • Holanda recibía Sumatra, estando obligada a entregar Negapatam  Gran Bretaña y a reconocer a los ingleses el derecho de navegar libremente por el Índico.
  • Gran Bretaña mantenía a Canadá bajo su Imperio, a pesar de que los estadounidenses trataron de exportar a tierras canadienses su revolución.
  • Finalmente, se acordó el intercambio de prisioneros.

La nueva constitución

Una vez conquistada la independencia resultó muy complicado poner de acuerdo a todas las antiguas colonias. En 1787, 55 representantes de las antiguas colonias se reunieron en Filadelfia con el fin de redactar una constitución. Se creaba así un único gobierno federal, con un presidente de la república y dos cámaras legislativas (congreso y senado). Esta constitución estaba inspirada en los principios de igualdad y libertad que defendían los ilustrados franceses y se configuró como la primera carta magna que recogía los principios del liberalismo político estableciendo un régimen republicano y democrático. La independencia y democracia estadounidense causó un notable impacto en la opinión y la política de Europa. La constitución se divide en siete artículos:

1º) Poder Legislativo
2º) Poder Ejecutivo
3º) Poder Judicial
4º) Los poderes del Estado y limites
5º) Proceso de enmiendas
6º) Poder federal
7º) Ratificación.




lunes, 5 de octubre de 2015

Gaspar Melchor de Jovellanos

Gaspar Melchor de Jovellanos segun Goya  
 Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 5 enero 1744 / Puerto de Vega, Navia, 28 (?) noviembre 1811) es, junto con Fray Benito J. Feijoo, el escritor e ilustrado más reconocido del Siglo de las Luces español. Como escritor fue poeta, dramaturgo, crítico de arte y de literatura; analista de problemas jurídicos, políticos, económicos, históricos; pedagogo y teórico de la educación; promotor de temas asturianos y gran conocedor de la historia, la jurisprudencia, y la cultura española.


 

Cabe distinguir en su vida siete etapas:
  1. Infancia y años de formación (1744-67),
  2. Etapa sevillana (1768-78),
  3. Etapa madrileña (1778-90),
  4. Exilio asturiano –los años felices–, escindido en dos partes (1790 a noviembre de 1797, y octubre de 1798 a 1801),
  5. Encumbramiento ministerial en Gracia y Justicia (noviembre de 1797-agosto de 1798),
  6. Encarcelamiento en Mallorca (1801-1808),
  7. Renacimiento en la Junta Central y últimos días (1808-1811).
Su carrera profesional siguió y ascendió por estos pasos: Alcalde de la Cuadra de la Real Audiencia de Sevilla (1768), Oidor de la Real Audiencia de Sevilla (1774), Alcalde de Casa y Corte (1778), Consejero del Consejo de las Órdenes Militares (1780), miembro de la Real Junta de Comercio, Moneda y Minas (1783), encargado de la Comisión de Minas en Asturias (1790), Subdelegado de Caminos de Asturias (1792), promotor del Real Instituto Asturiano (1793) –desempeño con el que se encontrará más a gusto–, Consejero del Consejo de Castilla (1794), comisionado secreto del gobierno (junio-octubre de 1797), Embajador de España en Rusia (octubre-noviembre 1797: no tomó posesión), Ministro de Gracia y Justicia (noviembre 1797-agosto 1798), representante por Asturias en la Junta Central (1808-1810). 

El perfil de ilustrado
Jovellanos escribió habitualmente piezas líricas (idilios, odas, epístolas, sátiras…), sobre todo en su etapa sevillana, pero hay que decir que buscó siempre el anonimato al considerarse más un preceptista y un aficionado que un poeta consagrado. Sin embargo, algunas de sus producciones serán consideradas como lo más granado del siglo XVIII. Más allá de su dimensión poética y dramática, destaca como ensayista. Al lado del registro histórico y de su dimensión humana que nos ha legado con su Diario y con sus Cartas, sobresale con Campomanes, Rubín de Celis, Cabarrús y Urquijo por sus escritos económicos –señaladamente La Ley Agraria–, en compañía de Aranda, Floridablanca, Olavide, Campomanes, Saavedra, Toreno y Flórez Estrada por sus ideas políticas –resaltando su Elogio de Carlos III y la Memoria en defensa de la Junta Central–, al lado de F. Martínez Marina por su ideario jurídico –pudiendo señalarse aquí el Sobre la necesidad de unir al estudio de la legislación el de nuestra historia y antigüedades–. Pero, sobre todo, Jovellanos no trasciende sólo como autor de unas señaladas obras más o menos sobresalientes, sino que su mérito reside en el legado del conjunto de su obra –descontando todo lo que se ha perdido– compuesto de centenares de escritos menores y decenas de ensayos de mayor envergadura, tras de los cuales late un pensamiento y una obra que asimila el conjunto del saber de su tiempo (literario, científico y filosófico), llena de coherencia, de propuestas prácticas factibles (que no pudieron ser) y estructurada en torno a un modelo o sistema de ideas –el jovellanismo– que nunca explicitó en todo su detalle sistemáticamente pero que puso en práctica y supo denotar al compás de los hechos y actuaciones como político, como letrado y como escritor, elevando su obra y su sistema de ideas al nivel de una verdadera filosofía.

En la escena internacional se encontraban en la cumbre de la opinión Montesquieu, Rousseau y Voltaire, y, a cierta distancia, el conjunto de los «philosophes» franceses (Diderot…), ingleses (Locke…), italianos (Beccaria…), y alemanes (Wolff…). Jovellanos no se codeó con esta élite ilustrada, no sólo porque fuera más joven que ellos sino sobre todo porque la cultura de España del momento, después de unos años de explendor con Carlos III, no fue capaz de cuajar y trascender, porque no hubo una tradición cultural posterior con potencia y continuidad suficiente como para rescatar e incorporar las «luces» enterradas –se haría algo, pero sobre todo ladina o parcialmente– y, también, porque la mayor parte de los esfuerzos del XIX y XX se invirtieron no en hacer posible el pensamiento político sino en hacer viable la misma vida política. 


Perfil creador, social y político

El lustre cultural de Jovino –su nombre poético– puede quedar compendiado si recordamos que fue amigo universitario de Cadalso, líder, al lado de Olavide, del grupo de Sevilla, «director» del grupo de poetas y literatos de Salamanca (Meléndez Valdés, Fray Diego González, Fray Juan Fernández de Rojas: con nombres poéticos de Batilo, Delio y Liseno respectivamente; al lado de Mireo –Fray Miguel de Miras, que residía en Sevilla–), referente en el que se ahijaron intelectualmente L.F. de Moratín (Inarco) y Vargas Ponce (Poncio); personalidad respetada por Trigueros y Forner (Aminta); colaborador de Ponz en el trabajo enciclopédico del Viaje de España. La proyección social e intelectual de su pensamiento que ya había empezado a configurarse con trazos firmes, despunta fulgurantemente en el tránsito de Sevilla a su vida madrileña, a sus 36 años, siendo requerido por las principales instituciones culturales de un país de diez millones de habitantes, de los que unos centenares eran homologables en el ambiente ilustrado europeo y algunos miles pugnaban por elevar el nivel de conocimientos de la España imperial amodorrada y católica aislada: ingresa en las reales academias de la Historia (1779-80), la de Bellas Artes de San Fernando (1780), de la Lengua (1781), de Cánones (1782) y de Derecho (1785). Su trascendencia social se va a ir plasmando por la promoción y puesta en funcionamiento que hace de las sociedades económicas de amigos del país de Sevilla, León y Asturias (1780), de las que será miembro, además de las de Madrid (1778), Mallorca y Galicia, teniendo que desempeñar la dirección de la asturiana (1782) y de la matritense (1784).

Durante el cúmulo de escritos, oraciones fúnebres, elogios, informes, memorias y, en general, encargos oficiales, tuvo que ejercer también de censor (como miembro de la Academia de la Historia). En la Sociedad Económica Matritense cabe destacar, al lado de numerosas intervenciones, la que hizo en defensa de la admisión de mujeres frente a Cabarrús, al que venció, pasando a fundarse por votación mayoritaria la sección de damas. 

El drama de su vida
El fragor de la batalla que le tocó vivir, desde que acabó su formación universitaria a los veintitrés años, transcurrió en diez felices y bastante enamoradizos años sevillanos; en doce años de trepidante actividad, incómoda en lo que tenía de artificiosa, en el Madrid cortesano; desterrado diez años fuera de la Corte, en Asturias, en parte humillado pero deseando continuar en esas ocupaciones indefinidamente (son los años de la fundación del Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, y de la producción de buena parte de sus mejores obras); nombrado ministro en lo que sería un año tormentoso,envenenado –muy probablemente– por las intrigas de las camarillas palaciegas, que casi le cuesta la vida; prisionero siete años: uno en la cartuja de Valldemosa y seis en el castillo de Bellver; perdida en repetidas ocasiones su biblioteca, que tuvo que rehacer, náufrago dos veces; incendiada la casa de Gijón y expoliado su querido Instituto por las tropas francesas, de aquel que había entablado tantos contactos amistosos con los franceses en sus viajes por España y que tanto les había respetado; nombrado ministro del Interior por el gobierno napoleónico de José I, cargo que rechazó, después de helársele la sangre, y nombrado diputado por Asturias en la Junta Central, pasó los tres últimos años de su vida entregado a la labor de luchar por la independencia española y de dotar a la nación de una Constitución, que respetando la buena esencia de las leyes históricas se convirtiera en el nuevo marco de una soberanía monárquica que había de desempeñar su función bajo el orden más general de la «supremacía» popular.



La persona
Gaspar Melchor mantuvo amistades profundas toda su vida con el canónigo candasín C. González de Posada (escritor de temas asturianos), con Ceán Bermúdez (con quien colaboró toda su vida aportándole datos para su obra sobre la historia del arte), con Arias de Saavedra (su administrador y protector fiel, al que cariñosamente y sin afectación llamará «papá» en el Diario), con Pedro Manuel Valdés Llanos (su amigo de las correrías asturianas, y que probablemente le contagió la pulmonía de la que morirían los dos), con Pedrayes (matemático insigne) y con Goya (el más grande pintor español al lado de Velázquez, al decir del propio gijonés). La amistad con Campomanes se enfrió cuando éste actuó más movido por el miedo que por la amistad, caído en desgracia Cabarrús; años después romperá con Cabarrús, al que había apodado siempre «el amigo», en el momento de su alineamiento afrancesado con el ejército invasor. Mantendrá durante algunos años unos interesantes intercambios de ideas con el cónsul inglés en La Coruña, Jardine, y una amistad afectuosa con lord Holland (con quien discute y trabaja para depurar el futuro e inminente sistema constitucional español). Sus lazos familiares no sólo fueron de afecto sino también de amistad en el caso de su hermano Francisco de Paula y de su hermana Josefa (la poetisa que escribe en bable). Sufrió, como el resto de sus compatriotas, repetidas guerras, ora contra Inglaterra, ora contra Francia, muriendo invadido su país y huyendo de las embestidas del ejército napoleónico. 
Algunas de sus obras más destacadas son:
  • El delincuente honrado (drama de 1773) 
  • Epístolas de Jovino a sus amigos salmantinos,A sus amigos de Sevilla, A Batilo, y la Epístola del Paular, 
  • las sátiras A Arnesto, 
  • el conjunto de sus Cartas (1767-1811) y 
  • su Diario (en catorce cuadernos: 1790-1811). 
Si bien las obras que le van a dar el reconocimiento nacional y la proyección internacional son:  
  • Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas, y sobre su origen en España (1790), 
  • Informe en el expediente de la Ley Agraria (1794) –obra con la que se encumbra en la opinión de la época y de la posteridad–,  
  • Memoria sobre la educación pública (1801),  
  • Memorias histórico-artísticas de arquitectura (1804-1808) y 
  • Memoria en defensa de la Junta Central (1811).